Rey Lear, recibió el Premio “COMPOSTELA” a la mejor versión teatral realizada en el año 1.990. Un Rey acuerda dividir sus tierras entre sus tres hijas y saber hasta que punto es querido por ellas. Quien más ama a su padre, la dulce Cordelia, será la que no sepa como expresar su cariño y veneración, mientras que sus hermanas mayores le darán pruebas hipócritas de afecto.
En El Rei Lear se nos muestra la dificultad de expresar sentimientos como el amor, también la sospecha de que lo importante es lo que no se dice, lo que se piensa, “hacer el bien sin que nadie se entere”. Cuando la hermana menor ve como sus hermanas Gonerila y Regania se deshacen en vacíos alagos, queda dolorida y, en un aparte, expresa su conducta: “Amar sin pronunciar palabra”, para seguir un poco después: “Entonces, ¡pobre Cordelia! Pero no, nada de eso, puesto que estoy segura de que mi amor es más rico que mi lengua”. Finalmente rompe su silencio con una hermosa expresión: “Infeliz de mí, que no puedo llevar dentro de mis labios mi corazón. Amo a vuestra Majestad conforme mi deber, nada más y nada menos”.
El padre, poco después, vuelve a increparla: “Tan joven y tan falta de ternura”, pero ella culmina: “¡Tan joven, monseñor y tan sincera!”. El Rey queda profundamente desolado. Pocos comienzos tan hermosos en toda la historia del teatro. Un malentedido separa dos seres que se aman. El Rey repudia a su hija menor Cordelia, que parte para casar con su pretendiente el Rey de Francia, y Lear divide su Reino entre Gonerila y Regania, casadas con el Duque de Albania y el Duque de Cornualles. Estos cuatro personajes se convertirán en el enemigo mortal del viejo monarca. El eje de la historia está marcado por la brutal escena en la que Cornualles saca los ojos del Conde de Gloucester, que estaba apiadándose del viejo Rei, pero su cruel verdugo muere en este infame acto.
Edgar, hijo de Gloucester, simboliza la llegada de un orden nuevo que hará de su padre ciego el tema de una posible reconciliación a la que el bastardo Edmundo se niega violentamente. Mientras tanto, ayudada por el honorable Kent, la hija fiel conduce a su padre hasta lugar seguro: pero esta busca de la paz contrasta con el nuevo plan que las pérfidas hermanas Regania y Gonerila traman en su pasión por el hijo bastardo del Conde de Gloucester. Edmundo convirtido en la alegoría del deseo impuro, y su imagen quedará ensangrentada cuando Gonerila envenena a Regania, eliminando así al rival en su amor, aunque poco después también ella es asesinada. Lear y Cordelia son puestos en prisión, y ese ritual de la destrucción continuará en la horca que prepara Edmundo para Cordelia, mientras su padre, sumido una vez más en la “ingratitude del mundo”, va a morir desconsolado.
Será el Duque de Albania quien tome de nuevo el poder del reino. Lear, a través del sufrimiento. alcanza una plenitud y una experiencia. Conocer la verdad. Sabe quién son sus pérfidas hijas, las reconoce cómo aves de presa y bestias salvajes. Descubre en cambio la identidad de la pequeña Cordelia, que es como una paloma silenciosa. El Rey Lear debe resistir hasta el final de la obra en un penoso camino descendente de humillación y sacrificio. Cordelia se acerca a él y le hace la más triste pregunta que una hija puede hacerle a su padre: ¿Me conocéis, señor?