En HISTORIAS PEREGRINAS, de Miguel-Ángel Murado, un grupo de cómicos recorre el Camino de Santiago representando Danzas de la Muerte y a veces algún Auto Sacramental. A causa de una edición defectuosa del Códice Calixtino, que les sirve cómo guía, se pierden en un bosque cerca de Compostela.
Están hartos de hacer lo que hacen, particularmente el actor que hace el papel de Muerte Justiciera, convencido de que su vis cómica se echa a perder en un papel así, o la actriz que hace de Gracia Santificante, que ya me dirás tú que gracia tiene hacer de Gracia, o el que hace de Demonio, que preferiría hacer teatro vanguardista, moderno y a poder ser incomprensible. Sin embargo, son casi felices si no fuera porque el actor que hace el papel de Hombre Inocente se fuga con la actriz que hace de Perdón Divino y con el dinero de la recaudación de las últimas funciones.
Ahora se verán obligados a buscar a alguien que haga de Hombre Inocente, lo que no parece nada fácil en una época en la que el Milenarismo, las Herejías, las Guerras y la Peste volvieron malencarado a más o menos todo el mundo. Tampoco el público parece gustar mucho de sus representaciones, sobre todo cuando hay muchas ejecuciones públicas a las que asistir, gratuitas y mucho más participativas. El juego teatral está servido: alguien que no es lo que aparenta ser haciendo de alguien que es lo que es en el fondo, pero que no parece que sea.
HISTORIAS PEREGRINAS es una deliciosa comedia sobre las comedias, una delicada galería de personajes eminentemente teatrales para hablar de la vida, de la apariencia y de la realidad, de la razón y la sin razón de ser, y para hablar de lo que para todo hombre y mujer de teatro es el más querido: el teatro. Pero hablar de todo esto sin pedantería, con sencillez y sentido del humor. Hubo un tiempo en que la gente se juntaba en las plazas de las villas o a las puertas de las iglesias para informarse de las últimas novedades de la Moral y la Teología, que entonces era una pasión popular. Eran los autos sacramentales, que los actores representaban pagados por la autoridades y que, como se sabe, consistían en obras alegóricas con personajes reconocibles tales cómo La Muerte, El Pecado, La Salvación. Igual que en la actualidad los medios de comunicación, proporcionaban al público tanto diversión como normas de conducta.
En HISTORIAS PEREGRINAS se quiso retomar para la comedia aquella hermosa y sencilla forma que hoy nos parece algo ingenua y darle la vuelta. Se quiso escribir una especie de comedia teológica popular, un auto sacramental en el que la sentencia moral y la temática fueran modernas. Un anacronismo, por tanto. El anacronismo es siempre muy revelador: ese cruce de datos de una época e interpretaciones de otra distinta es siempre una fuente de nuevas reflexiones. Así, esta es una comedia alegórica en la que las alegorías se resisten a cumplir con su papel.
El bosque es aquí, como en el teatro barroco, la representación del mundo por el que vaga el ser humano desnortado. Sólo que en este bosque en particular el ser humano, el Hombre Inocente de los autos sacramentales, escapó con el dinero y con Perdón Divino, dejando abandonadas y desconcertadas las alegorías de la Muerte, el Pecado, el Mal y la Gracia Santificante. Pero, aun siendo una comedia, su fondo es serio, como en toda comedia que aborda la condición humana. Los dos temas de esta obra son la identidad y la casualidad. La identidad como problema propio de nuestro tiempo, la casualidad como la forma moderna de entender lo que antiguamente llamaban destino. Son, en definitiva, y como dice un personaje de la obra, los argumentos esenciales de todo el teatro. Porque pretende ser también una modesta metáfora sobre el propio teatro.
