De manera inmensa, certera y magistral, Valle-Inclán trenza en las tres obras que configuran este espectáculo los dos únicos motores que mueven el mundo humano, la avaricia y la lujuria con su inevitable tránsito final: la muerte.
De la singular y poética; “Ligazón” (auto para siluetas), lívida como el viento, pasando por la americana y patriótica “La cabeza del Bautista” (melodrama para marionetas), tallada en tierra, hasta la espectral y contundente “La rosa de papel” (novela macabra), forjada en el fuego, todas ellas expresadas en una traducción que es reposición con pinta de canónica.
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